“El otro nos devuelve la imagen imperfecta
de ese mundo ajeno,
los primitivos específicamente” (Malinowski).
El otro día caminé hasta el supermercado, compré 10 alimentos y me dirigí hacia la caja rápida. El volumen de los productos que llevaba, parecía exceder la cantidad máxima permitida en esa fila. En cuánto me tocó pagar, la señora que estaba detrás mío observó lo que tenía en mi carro. No sé qué habrá pensado, pero antes que me dijera una palabra, la frené con la mirada. Se dio vuelta, le pagué a la cajera y me retiré hacia mi casa. Por un instante me habían dado ganas de contestarle a la señora que me miró fijo, pero no lo hice. Luego recordé, que el silencio vale más que mil palabras.
Días atrás, desde mi casa, escuché la voz de un vecino que decía: “No te das cuenta que no estoy bien, que te necesito”. Este pedido me invitó a interpretar algunas cuestiones y quizás, el lector pensaría lo mismo que pensé yo: “pobre, está pasando por un mal momento” o sino podríamos interpretar lo primero que se nos cruzara por la mente. Este hecho anecdótico hizo que me detuviera y pensara, que hoy en día las conversaciones privadas, casi son imposibles. Si hay posibilidades al respecto, éstas son pocas.
En la actualidad es difícil entablar una conversación por teléfono celular, acerca de algo importante. Todas las personas que transitan por avenidas, las calles y transportes públicos, por más que no estén atentas escuchan: - ¿hola, como estás?
Otra cita de Amparo Rocha dice: “En una calle desierta no dejaríamos que un desconocido se acercara tanto a nosotros que nos pudiera tocar, y sin embargo esto nos parece natural si sucede en el subte repleto a las siete de la tarde, en una manifestación o en un recital”. Decimos que tal o cual persona viste “formal, “moderna” o “la moda” y de ahí sacamos conclusiones sobre su trabajo, edad, estilo o gustos en cada caso. Cuando caminamos por la calle, a veces observamos que es lo que lleva puesto la persona y a partir de allí, deducimos que tipo de perfil se obtiene de la misma. Hacemos cualquier tipo de análisis, algunas veces estamos acertados, como en otras estamos errados. ¿Para qué nos serviría hacer esta observación? Quizás sea para defendernos, de ser agredidos o tal vez la razón más sencilla podría llegar a ser, que estuviéramos aburridos.
Esto nos muestra claramente un nuevo aspecto, el de la curiosidad. Esta es una cualidad innata, que existe en el hombre aun desde su niñez. No me dirán que nunca vieron un bebé, abriendo un placard, metiendo la mano en algún enchufe, en un lugar que no debe o imitando conversaciones que habría escuchado con anterioridad. Esto forma parte de estar comunicados, ya sea con un objeto, o con una persona. Cuando pasamos a la fase adulta aprendemos a usar alguna herramienta como por ejemplo, la de internet, para poder chatear o buscar información. Entonces de este modo siempre vamos a estar en contacto con el otro. Así pues recordé una cita de Jorge Saborido que dice: “La comunicación está más sujeta a la necesidad de comunicar y mucho menos preocupada por la propiedad y pertinencia de lo que comunica”.
A veces cuando caminamos por la calle o donde estemos, ciertas personas nos dan curiosidad o tal vez un poco de miedo. El otro día viajé en colectivo y dos hechos ocurrieron en viaje, desde la facultad a mi casa, en distintos días. Cuando el chofer frenó en unas de las paradas correspondientes, se subió un hombre que debía tener aproximadamente 30 años. Ascendió al colectivo con una cerveza y no podía poner las monedas, luego de unos minutos lo pudo hacer. Lo interesante de este suceso es que eran las 14 horas y el señor estaba en el colectivo con una cerveza. Esta situación hoy en día ya no es original. A su vez algo similar sucedió otro día en la misma línea de colectivo. La otra persona tenía aproximadamente 40 años, subió con su acompañante, la cerveza, a las 16 horas. La hora quizás no cambie mucho la anécdota, pero la pregunta sería ¿éstas personas buscarán algún tipo de atención al querer subir con una cerveza? O también puede suceder que no tengan nada por hacer y estén disfrutando del viaje con una simple botellita de cerveza.
Bibliografía:
(Mauricio Boivin, Ana Rosato, Victoria Arribas).
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